Un portaaviones japonés maniobra para evitar las bombas de los B-17 de Midway
Al cabo de unas horas los aviones estuvieron de nuevo preparados. Con las pistas de aquellos enormes portaaviones abarrotadas de majestuosos ZEROs, KATEs y VALs armados hasta
los dientes se presentó la aviación de la flota americana. Por lo visto habían localizado a los japoneses hacía rato, pero sus bombarderos llevaban horas dando vueltas tratando de encontrarlos de nuevo (El problema de localizar una flota es que, cuando llega tu ataque varias horas más tarde, ya no está donde la habías visto por primera vez).
Se entabló una furiosa batalla aérea. Los atacantes llegaban en pequeñas oleadas que la eficaz defensa de los cazas y antiaéreos japoneses lograba abatir una tras otra. Finalmente, cuando los cazas acababan de enfrentarse a un grupo de torpederos y por eso volaban bajo, apareció en lo alto un grupo bombarderos en picado. Antes de que los cazas consiguieren remontar, los bombarderos picaron contra los portaaviones y soltaron sus bombas. Consiguieron pocos impactos, pero fueron suficientes: cada explosión en la pista de los portaviones provocó un estallido en cadena a los aparatos allí estacionados, que al estar cargados de bombas y combustile desataron un torbellino de fuego sobre los buques. En veinte minutos tres de los cuatro portaaviones japoneses se habían hundido: El Akagi, el Kaga y el Soryu (Nota: En japonés son nombres tan poéticos como “Castillo rojo” o “Dragón Azul Marino”).
El cuarto portaaviones, el Hiryu, había pasado desapercibido a los bombarderos americanos y por eso se salvó. Lanzó entonces sus aviones contra la flota americana y consiguió hundir al portaaviones americano Yorktown.
El Yorktown bajo el ataque de la aviación japonesa.
El mismo portaaviones en llamas.
Pero a la que los aviones americanos regresaron a sus portaaviones, se rearmaron y despegaron de nuevo, el superviviente japonés fue localizado y alcanzado por múltiples impactos. También se hundió.
Tras semejante desastre los japoneses trataron de jugar una última carta "lanzándose a la carga" con los acorazados y cruceros que les quedaban con la esperanza de encontrarse de noche con los portaaviones americanos y hundirlos a cañonazos. No lo consiguieron, aunque sí llegaron a Midway, y bombardearon. Consideraron la posibilidad de desembarcar las tropas a pesar de su derrota naval, pero finalmente decidieron retirarse. En el camino de vuelta uno de sus cruceros fue dañado y otro hundido por la aviación de los portaaviones americanos.
La batalla había terminado y Estados Unidos había conseguido rotunda una victoria: no sólo se había evitado el desembarco, si no que se habían hundido cuatro portaaviones enemigos al precio de uno sólo de los propios. Como pronto iban a contar con nuevos portaaviones recién salidos de los astilleros, por primera vez ambos países habían quedado equiparados en cuanto a número de portaaviones. Los japoneses, por su parte, se apresuraron en reconvertir a otros barcos en portaaviones para tratar de suplir las pérdidas.
Nuevas batallas deberán decidir quien de los dos conseguirá la ventaja definitiva.