En 1939 dio comienzo la segunda guerra mundial en Europa. Al verano siguiente Alemania había derrotado al que consideraba su principal rival militar: Francia. Japón consideró entonces que aquel era un buen momento para repetir la jugada de la guerra mundial anterior y ocupar las colonias del bando perdedor.
Esta vez los americanos no estuvieron de acuerdo. "Si les permitimos quedarse con las colonias francesas", pensaron, "tal vez el siguiente paso sea invadir las colonias holandesas, pues se trata de otro país ocupado por los alemanes. O, peor aun, tal vez ataquen las posesiones inglesas y se ponga en peligro su capacidad de resistencia frente a los nazis. Desde luego, si Japón consigue sumar todas esas a su imperio, Asia sería virtualmente suya y los Estados Unidos se encontrarían con un gigante hostil al otro lado del Océano Pacífico".
Así que los Estados Unidos subieron el tono en sus conversaciones con Japón. Se convocó una conferencia sobre la situación en China y pusieron sobre la mesa un ultimátum: o los japoneses se retiraban de aquel país o serían sometidos a un embargo de la materia prima que más necesitaban, el petróleo. La arrogancia de ambas partes impidió un acuerdo, que podría haber sido posible pues ambos bandos se hubieran conformado con que Japón se quedase con Manchuria y renunciara al resto de China.
Tras romperse las negociaciones Estados Unidos cumplió su amenaza y bloqueó las exportaciones de petróleo a Japón. A partir de ese momento a los nipones tan sólo les quedaron reservas para 3 meses, así que tenían dos opciones: o agachaban la cabeza y aceptaban las condiciones americanas o atacaban para tomar por si mismos lo que necesitaban.
Para Estados Unidos ambas opciones eran buenas. Si Japón claudicaba, bien. Si por el contrario atacaba, por fin podrían entrar en guerra contra Japon...y de paso contra Alemania por ser su aliada. De hecho, Alemania era su principal preocupación.
¿Por qué? Porque había conquistado media Europa y sólo había logrado resistir Inglaterra, arrinconada en su isla. Además, unos meses antes Rusia también había sido invadida y sus ejércitos eran barridos por las imparables divisiones germanas. Si los alemanes tumbaban a Rusia, Inglaterra no se sostendría mucho tiempo y, finalmente, al otro lado del Atlántico surgiría una superpotencia que los Estados Unidos no serían capaces de vencer por si solos.
Así que era necesario entrar en guerra contra Alemania mientras Inglaterra y Rusia todavía pudieran contribuir. Pero el presidente Roosvelt había ganado las elecciones prometiendo que no declararía la guerra (es bien sabido que a los electores no le gusta que sus hijos vayan a morir entre el barro de Europa), así que el dilema del presidente era que no podía ir a la guerra pero estaba convencido de que era necesario. ¿Qué hacer?
La solución fue provocar a los otros para que le declararan la guerra ellos. Contra los alemanes: su ayuda al esfuerzo de guerra inglés era más que evidente y se había llegado al punto de que los barcos americanos combatían ya contra los submarinos alemanes en el Atlántico (Extraoficialmente, claro). Contra los japoneses: El ya menconado bloqueo del petroleo para Japón.
De esa forma Estados Unidos consiguió lo que necesitaba: que el Imperio Japonés les atacara. Después de que ambos países entraran en guerra junto a sus respectivos aliados de Europa, el conflicto pasó a llamarse “La segunda querra mundial”. Y es que no hubo un sólo continente (a excepción de la Antártida) en que no se combatiera.
Lo que no esperaban los americanos era que aquel primer golpe que tan amablemente habían decidido ceder a Japón iba a ser tan contundente.
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Heyyyy,
ResponderEliminarcomo vamos?
Está bien el tema. Aunque supongo que habrá
bastante más. Por cierto la parte I no la
he podido abrir.
Saludos
Hola, nen.
ResponderEliminarPues mira, aquí, haciendo blogs jaja
Pues no entiendo lo de la parte I, yo puedo verla parte aun conectándome desde diferenes ordenadores... ¿Has vuelto a probarlo?
Bueno, ¿y que tal está quedando el blog?
Saludos