sábado, 27 de junio de 2009

Emperadores frustrados

(Hago una pequeña pausa en la crónica de la guerra del Pacífico para hablar de otro tema)

Si Napoleón y Hilter aterrorizaron Europa fue porque el primero tenía el talento y el segundo los medios necesarios para conseguirlo, pero no son, ni mucho menos, los únicos que han tenido semejantes delirios de grandeza. Empezando por Mussolini, que aspiraba a recrear el Imperio Romano y no pasó de coleccionista de desiertos (según sus propias palabras), y acabando por Saddam Hussein, con su irresponsable afición por invadir a los vecinos, la historia está llena de megalómanos que tuvieron que contentarse con soñar en grandes conquistas que jamás se materializaron.

Hoy he leído en "La Vanguardia" un artículo de Betriz Navarro que cuenta un caso realmente singular. Leopoldo II, un rey de Bélgica del siglo XIX, planeó convertir A su país en un imperio. Se planteó invadir, según cuenta el artículo, a Creta, Cuba, Texas, Las Antillas y hasta quiso comprar Filipinas a España. Como nada de eso se llevó a cabo, se propuso invadir al único digno de su tamaño: Holanda. Gracias a Diós, pensó en pedir permiso a Francia  y el emperador francés le quitó la idea de la cabeza.

Entonces el "pobrecito" Leopoldo II dirigió su atención a Africa, donde creó la colonia conocida como Congo Belga.

Tenía claro es que todo aquello lo hacía por él mismo y no por Bélgica, de hecho, acabó con un documento que acreditaba que el Congo era una propiedad personalmente suya y no de su país. A los congoleños los convirtió en esclavos para sus plantaciones de caucho y su forma de expoliar la colonia acabó costándole la vida a diez millones de personas.

Los que pretenden ser emperadores son siempre un peligro, por muy patéticos que sean los recursos a su alcance. Desde luego, a este cara de mala persona no le falta:

jueves, 25 de junio de 2009

La Guerra del Pacífico IV: Singapur.

Principios de 1942.

Sin sus acorazados y con menos portaaviones que Japón, Estados Unidos no tuvo más remedio que mantenerse a la defensiva y, mientras tanto, los nipones avanzaron de forma arrolladora. La perfecta planificación de su ataque les llevó a tomar todas las bases y colonias inglesas, holandesas y americanas en la zona, abarcando Singapur, Hong Kong, las Indias Orientales, Filipinas, Camboya y  buena cantidad de las islas del Pacífico.

La pérdida de Singapur fue especialmente dolorosa para los ingleses. En primer lugar, la flotilla de acorazados que tenían allí (El princep of Wales y el Repulse) fue hundida por la aviación japonesa cuando se dirigía a interceptar el desembarco japonés en la península de Malaya.

En segundo lugar, los británicos se vieron incapaces de frenar el avance de los japoneses que invadieron Malaya, a pesar de que eran numéricamente inferiores. Los ingleses eran rodeados una y otra vez por las hábiles tropas japonesas, veteranas tras los años de guerra contra los chinos, y la velocidad del avance nipón desconcertó a los europeos. La península fue conquistada en poco tiempo.

En tercer motivo fue la pérdida de la ciudad propiamente dicha. Localizada el extremo sur de Malaya, era la base más importante de los británicos, una fortaleza que consideraban inexpugnable, su Gibraltar asiático. Y lo hubiera sido de no ser por un “pequeño” defecto: había sido preparada para hacer frente a los ataques desde el mar, pero sus defensas no contemplaban un ataque desde tierra. Así que la fuerza japonesa que conquistó Malaya cruzó el estrecho que separaba a la isla del continente y, una vez más, una fuerza numéricamente inferior de japoneses venció a los ingleses. La fortaleza capituló a los pocos días y fueron hechos más de 100.000 prisioneros.


Aquello no sólo fue una humillación para los ingleses, sino un golpe para el orgullo del hombre blanco. Los europeos, acostumbrados a derrotar con facilidad a hordas de nativos de naciones subdesarrolladas, se creían una raza superior que tenía el derecho y el deber de gobernar el mundo. Ahora descubrían que su tecnología había sido replicada, e incluso superada, por una nación de esas que llamaban incivilizadas y que, además, que era capaz usarlas con mayor destreza. En contrapartida, aquellas victorias aumentaron el desprecio que los japoneses sentían por laraza blanca, con unos efectos lamentables que veremos más adelante.

Los americanos lo hicieron algo mejor en Filipinas. Fueron expulsados del archipiélago, pero sólo tras resistir durante varios meses en la península de Bataan, un rinconcito de la isla de Luzón. Al evacuar la posición, McArthur, su comandante dijo la famosa frase: “Me voy, pero volveré”, lo cual no estuvo mal, porque si volvía quedaría muy bien ante la historia, y si no volvía, ¿Quién lo iba a recordar?

Para cuando el impulso del ataque inicial japonés se agotó el frente quedo mas o menos estabilizado al oeste en Indochina, al sur en Borneo (que quedó compartida entre ambos bandos)  y al oeste en la Micronesia. Es la línea roja que se ve en el mapa:



La primera línea es el avance japonés en los primeros meses de la guerra. La segunda es su avance máximo.

lunes, 22 de junio de 2009

La Guerra del Pacífico III: Pearl Harbor

Finales de 1941.

El 7 de diciembre de 1941, a las 8 de la mañana, 353 aviones japoneses aparecieron sobre las islas Hawai para bombardear a la flota americana anclada en el puerto de Pearl Harbor. Habían despegado de una flota de seis portaaviones que llevaba semanas navegando hacia el archipiélago para lanzar el ataque.

Se dio la circunstancia de que ese día no había portaaviones americanos en la base y algunos especulan con que fueron retirados expresamente para protegerlos del ataque. Yo no creo tal cosa porque sí estaban los acorazados y entonces nadie se hubiera atrevido a decir que los acorazados era algo prescindible. Por algo se habían construído costa de un buen pellizco del PIB de la nación.

¿Qué era un acorazado? Era un barco enorme, fabricado con los cañones más potentes y el blindaje más grueso que fuera posible poner a flote, cuya función era la de destruir a los barcos enemigos a cañonazos. Y cuando digo "un barco enorme", me refiero a algo como esto:

¿Veis esas rayitas blancas a los lados y sobre la torreta? Pues son personas. Ahora comparad el tamaño de esas personas con el del barco entero, o mejor aún, con el de uno sólo de sus cañones. 
En la foto de abajo podéis ver uno de esos cañones disparando.

¿Sabeis por que ninguna de aquellas rayitas blancas está ahora en cubierta viendo los disparos? Sí, porque no es posible sobrevivir a la onda expansiva de sus propios disparos. Para tener una idea más clara, fijaos en como desplaza el agua a su alrededor.

Bueno, pues eso es un acorazado, y de esos había nueve en el puerto el día en que llegaron a Pearl Harbor los aviones japoneses.




























El ataque aéreo fue devastador. Ocho acorazados fueron puestos fuera de combate (cuatro hundidos y cuatro dañados) más otros trece barcos de diversas categorías, incluidos tres cruceros, que son los siguientes en tamaño a los acorazados. Murieron 2388 norteamericanos y 300 de sus aviones fueron dañados o destruidos en tierra. Los japoneses, por su parte, tan sólo perdieron 29 aeronaves.














 
El ataque a Pearl Harbor había sido un éxito…o no: porque desde el momento en que una flota de portaaviones había destruido a una flota de acorazados quedó demostrado que los acorazados no eran rivales para los portaaviones, así que el haberlos destruido dejaba de ser una ventaja decisiva. 

Además, el almirante japonés, al no tener noticia de donde estaban los portaaviones americanos decidió no arriesgarse y canceló la tercera oleada de ataque para darse la vuelta. Ese tercer ataque habría ido destinado a las instalaciones portuarias: almacenes, astilleros, grandes depósitos de combustible, etc. Al no llevarse a cabo Pearl Harbour pudo seguir operando como la base principal de los Estados Unidos en el Pacífico. Desde allí fueron reparados y reabastecidos docenas de barcos estadounidenses para que volvieran a enfrentarse a los japoneses, entre ellos los acorazados que fueron dañados ese día, e incluso unos cuantos que fueron hundidos y más tarde reflotados.

Por si fuera poco los nipones habían planeado entregar la declaración de guerra justo antes del ataque, pero los americanos hicieron esperar demasiado a su embajador y finalmente la agresión se produjo poco antes que la declaración de guerra, lo que supuso una ofensa para pueblo norteamiericano que se sintió atacado a traición: "El día de la infamia", lo llamaron. El pacifismo desapareció por completo de la sociedad y fue reemplazado por un enorme entusiasmo en pro del esfuerzo bélico. Roosvelt no podía haber imaginado nada mejor para conducir a su nación a la guerra.




Tras aquel ataque la flota japonesa era mucho más fuerte que la estadounidense, tanto en portaaviones como en barcos de cañones, pero la frase que se suele usar en este punto es la de que lo que había hecho Japón era despertar a un gigante dormido. Pronto veremos por qué.

La Guerra del Pacífico II: Pega tu primero.

En 1939 dio comienzo la segunda guerra mundial en Europa. Al verano siguiente Alemania había derrotado al que consideraba su principal rival militar: Francia. Japón consideró entonces que aquel era un buen momento para repetir la jugada de la guerra mundial anterior y ocupar las colonias del bando perdedor.

Esta vez los americanos no estuvieron de acuerdo. "Si les permitimos quedarse con las colonias francesas", pensaron, "tal vez el siguiente paso sea invadir las colonias holandesas, pues se trata de otro país ocupado  por los alemanes. O, peor aun, tal vez ataquen las posesiones inglesas y se ponga en peligro su capacidad de resistencia frente a los nazis. Desde luego, si Japón consigue sumar todas esas a su imperio, Asia sería virtualmente suya y los Estados Unidos se encontrarían con un gigante hostil al otro lado del Océano Pacífico".

Así que los Estados Unidos subieron el tono en sus conversaciones con Japón. Se convocó una conferencia sobre la situación en China y pusieron sobre la mesa un ultimátum: o los japoneses se retiraban de aquel país o serían sometidos a un embargo de la materia prima que más necesitaban, el petróleo. La arrogancia de ambas partes impidió un acuerdo, que podría haber sido posible pues ambos bandos se hubieran conformado con que Japón se quedase con Manchuria y renunciara al resto de China.

Tras romperse las negociaciones Estados Unidos cumplió su amenaza y bloqueó las exportaciones de petróleo a Japón. A partir de ese momento a los nipones tan sólo les quedaron reservas para 3 meses, así que tenían dos opciones: o agachaban la cabeza y aceptaban las condiciones americanas o atacaban para tomar por si mismos lo que necesitaban.

Para Estados Unidos ambas opciones eran buenas. Si Japón claudicaba, bien. Si por el contrario atacaba, por fin podrían entrar en guerra contra Japon...y de paso contra Alemania por ser su aliada. De hecho, Alemania era su principal preocupación.

¿Por qué? Porque había conquistado media Europa y sólo había logrado resistir Inglaterra, arrinconada en su isla. Además, unos meses antes Rusia también había sido invadida y sus ejércitos eran barridos por las imparables divisiones germanas. Si los alemanes tumbaban a Rusia, Inglaterra no se sostendría mucho tiempo y, finalmente, al otro lado del Atlántico surgiría una superpotencia que los Estados Unidos no serían capaces de vencer por si solos.

Así que era necesario entrar en guerra contra Alemania mientras Inglaterra y Rusia todavía pudieran contribuir. Pero el presidente Roosvelt había ganado las elecciones prometiendo que no declararía la guerra (es bien sabido que a los electores no le gusta que sus hijos vayan a morir entre el barro de Europa), así que el dilema del presidente era que no podía ir a la guerra pero estaba convencido de que era necesario. ¿Qué hacer?

La solución fue provocar a los otros para que le declararan la guerra ellos. Contra los alemanes: su ayuda al esfuerzo de guerra inglés era más que evidente y se había llegado al punto de que los barcos americanos combatían ya contra los submarinos alemanes en el Atlántico (Extraoficialmente, claro). Contra los japoneses: El ya menconado bloqueo del petroleo para Japón.

De esa forma Estados Unidos consiguió lo que necesitaba: que el Imperio Japonés les atacara. Después de que ambos países entraran en guerra junto a sus respectivos aliados de Europa, el conflicto pasó a llamarse “La segunda querra mundial”. Y es que no hubo un sólo continente (a excepción de la Antártida) en que no se combatiera.

Lo que no esperaban los americanos era que aquel primer golpe que tan amablemente habían decidido ceder a Japón iba a ser tan contundente.


viernes, 19 de junio de 2009

La Guerra del Pacífico I: Ya se tenían ganas.

A principios del siglo XX el gobierno japonés era de un marcado carácter imperialista y racista (También lo eran las naciones “civilizadas” de Europa, pero esa es otra historia). Esa clase de ideología supremacista (somos los mejores y tenemos derecho a todo) les impulsaba a tratar de conseguir constantemente nuevos territorios. Cómo su zona natural de expansión era Asia, eso les llevaría tarde o temprano a enfrentarse con otra nación que consideraba ese continente como su frontera Oeste: Los Estados Unidos de América.

Pero vayamos paso a paso: la guerra del pacífico se fue incubando durante 40 años.

En 1898 Estados Unidos irrumpió en Asia tras arrebatarle la colonia de Filipinas a España. Japón, por otra parte, expandía su territorio a costa de China (1895) y Rusia (1905), anexionándose Corea y zonas importanets de la costa este de Rusia. Las conquistas de ambos fueron posibles después de que pulverizaran las flotas de respectivos sus enemigos, España y Rusia, unos imperios considerados respetables, así que por primera vez en cuatrocientos años dos países no europeos se ganaron un asiento en el palco de las grandes potencias.

En 1918 Japón, aprovechando la coyuntura de la primera guerra mundial, le arrebató las Islas Salomón a los alemanes. Los americanos también intervinieron convirtiéndose en salvadores de Francia en el último momento.

En 1937 el Imperio del Sol Naciente atacó de nuevo a China con la intención de quedarse una buena parte de su territorio. Bueno, en realidad sus generales, medio insubordinados, atacaron por su cuenta y obligaron al gobierno a secundarlos. Ocuparon Manchuria con relativa facilidad, pero el país resultó ser demasiado grande y la resistencia demasiado perseverante como para que conseguir la victoria rápida y fácil que esperaban. Terminaron empantanados.

A final de año tuvo lugar la matanza de Nanking, la masacre por parte de los japoneses de 100.000 prisioneros y civiles chinos. Son estas las consecuencias que tiene que un régimen totalitario piense que las demás razas no merecen existir.

Para entonces en Europa estaba en marcha la Guerra Civil Española. Ingleses y Franceses comenzaban a asustarse del ascenso y rearme de la Alemania Nazi.

Los americanos seguían los acontecimientos de Europa con inquietud, pero sin dejar de mantener un ojo fijo en los japoneses. Si Asia era su frontera oeste, entonces Japón se estaba conviertiendo en una amenaza y trataron de frenarlos enviando ayuda a China. El componente más famoso de dicha ayuda fueron los tigres voladores, unas escuadrillas de pilotos voluntarios (o mercenarios, según se mire) que llevaban pintado el morro del avión como la boca de un tigre, se ve que para inspirarle miedo a los aviadores japoneses.





jueves, 18 de junio de 2009

La Gerra del Pacífico. (Introducción)

Voy a empezar mi blog de historia contando la Guerra del Pacífico. Este conflicto es una parte de la segunda guerra mundial y que enfrentó a Japón con los Estados Unidos y Gran Bretaña (O mejor dicho, la CommonWealth, que incluye Australia, India, Canadá...).

He escogido este conflicto porque dio lugar a apasionantes enfrentamientos cuya imaginería ha sido muy copiada en las películas de ciencia ficción y en los videojuegos. ¿Quien no ha visto nunca despegar naves de caza de un majestuoso portaaviones espacial? Pues algo así fue la Guerra del Pacífico.

Presentación

La intención de este blog es el de publicar pequeños breves de historia, y hacerlos apasionantes y atractivos, de tal manera que se acaben leyendo casi como si fuesen relatos. Al fin y al cabo, escribir sobre historia debería ser como contar historias.

Los episodios que más me atraen son los que tratan de conflictos armados, porque es en esos momentos donde se muestra el aspecto más dramático, épico y aterrador de la historia. A mi, al menos, no deja de sorprenderme que algunas de esas escenas dantescas acerca de las que he leído hayan sucedido realmente en algún momento y algún lugar, pero así fue, no se las inventó nadie.

Desde luego, una buena historia para contar no merece tanta muerte y sufrimiento, así que pido que disculpas si, en mi intento por enfatizar su interés, pueda parecer que trivializo los hechos. No es esa mi intención, de hecho espero que al finalizar muchos de los relatos le asalte al lector la triste reflexión acerca de la naturaleza humana que suele invadirme a mi.

Lo que está claro es que hace falta conocer el pasado para tratar de no repetirlo, aunque suene a frase demasiado tópica.